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… le da Clemátide para remediarlo, debería rezar el refrán. Pues esta flor viene al rescate de aquellos despistados del mundo que vivimos a menudo con la cabeza en las nubes.

Es una flor complicada, pues aquellos que la necesitan a menudo olvidan tomarla, por obvios motivos, por lo que es común que este tipo de persona haya desarrollado una serie de mecanismos para no olvidar las cosas, como dejar la botella de las flores al lado de la tostadora, para recordar, a la hora del desayuno, que debe tomarlas.

Es totalmente mi caso. La Clematis vitalba es otra habitual en mis mezclas y soy de esas que anda con notas escritas en bolígrafo en el dorso de la mano, para no olvidar las cosas. De algún modo tengo asumido que soy así y me he acomodado a ello con pequeños trucos. Y es ahí donde Clemátide me ha dado la sacudida esta semana.

Yo esperaba estar más alerta que de costumbre debido a la toma intensiva de la flor, sin embargo, lo que ha sucedido es que el grado de frustración ante mis continuos olvidos ha aumentado hasta hacerme, en un par de ocasiones, casi llorar. Es como si Clematis me hubiese sacado de mi conformismo en cuanto a mis despistes, y me hubiese hecho reaccionar, haciéndome enfadar. Se podría argumentar que uno debe ser tolerante con uno mismo y todo eso, pero el estar en las nubes no es algo que ayude a la evolución personal, y siempre es mejor opción vivir el presente, cada segundo de él, con los pies en la Tierra.

Clemátide es una flor que precisa tiempo, y seguro que si la siguiese tomando, mi enfado se iría disipando para dar paso al interés consciente. Pero los jueves toca cambio de flor, que todavía me quedan unas cuantas, así que me que quedo con el toque de atención (pequeña colleja, en otras palabras) que me ha dado la flor, y, descendiendo del país de los sueños, hago el propósito de concentrarme en el aquí y ahora.

Próxima semana: Crab Apple (Malus pumila)

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