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fiebre heno

Ojos llorosos, estornudos irreprimibles, nariz bloqueada, es lo que un porcentaje cada vez más elevado de la población responde a las minúsculas partículas de polen que viajan por el aire, de flor en flor. Los tratamientos convencionales nos hacen el apaño pero, ¿es posible otro enfoque, más natural del problema?



Alergia versus hipersensibilidad

Del griego “allos” otro, y “ergon” acción, una alergia nos habla de una reacción distinta. En efecto, se trata de una reacción anormal y exagerada del sistema inmune a una substancia que proviene del exterior, en principio inofensiva (como el polen). Esta es considerada como peligrosa y se desatan una serie de mecanismos para expulsarla. Los linfocitos, células inmunológicas especializadas, segregan anticuerpos, de tipo IgE en este caso, los cuales se fijan al alérgeno. Esta combinación (IgE + alérgeno) es mal tolerada por el organismo, pues provoca una liberación de histamina de la célula, un vasodilatador que causa la pérdida de plasma en sangre, dando paso a la manifestación de los efectos adversos de la reacción alérgica. Los síntomas habituales son los de la rinoconjuntivitis, que consisten en cosquilleos en la nariz y en los ojos, ataques de estornudos irreprimibles, goteo transparente y sensación de nariz tapada con enrojecimiento de los ojos y lagrimeo. En el caso de una conjuntivitis aislada, sin rinitis, se trataría de una alergia de contacto, más que respiratoria.

En las personas con predisposición a una forma de alergia se da lo que se conoce como “marcha alérgica”, es decir el individuo desarrolla otras formas de la misma a lo largo de su vida. Habitualmente, el bebé alérgico debuta con eccema, seguido de asma en la infancia, rinitis alérgica en la adolescencia y alergias profesionales en la edad adulta. Es importante, pues, actuar a partir del eccema en el bebé, reforzando la función barrera de su piel.

También existen las “alergias cruzadas” siendo las más habituales las que se da entre los diferentes pólenes de la misma familia botánica, entre pólenes de familias botánicas distintas, o entre pólenes y alimentos vegetales, como el polen de ambrosia y el plátano, o el polen de abedul y la manzana, el melocotón, la avellana, el apio, la zanahoria o la patata.

Paralelamente a la alergia encontramos la hipersensibilidad, un grupo de reacciones patológicas a agentes del exterior, con síntomas similares, pero sin mediación del sistema inmune, pues son otros mecanismos de defensa los que entran en juego.

Polen

La palabra polen significa “harina” en latín, y designa el polvo formado por gránulos microscópicos producidos por los órganos reproductores masculinos de las plantas con flor. Llamamos “contaminación verde” a una concentración demasiado elevada de granos de polen en la atmósfera. Podríamos pensar que esto se produce en lugares de densa vegetación, sin embargo, las plantas que se encuentran en condiciones difíciles, como en medio de una ciudad, o aisladas, emiten más polen que aquellas que crecen en condiciones favorables, por una pura cuestión de supervivencia.

Sólo los pólenes de las plantas anemófilas, de polinización aérea, son alergizantes. Existe una larga lista de pólenes, dándose en cada trimestre o incluso mes, pólenes distintos. Se puede ser alérgico a un tipo de polen o a todos ellos, en cuyo caso la manifestación sintomática puede tener lugar de marzo a octubre o incluso todo el año. Así, en invierno encontramos el polen de árboles como el abedul, el fresno, el platanero, el avellanal o el álamo; en primavera es el polen del ciprés, el castaño, el olivo, el haya y algunas gramíneas; en verano, se trata del polen de las gramíneas así como de la parietaria o de la ambrosía; en otoño del ajenjo o de la parietaria.


Fiebre del heno

A principios del siglo XIX el Dr. Bostock describe, en el Reino Unido, la “fiebre del heno” por primera vez, como una nueva enfermedad que afecta a la clase alta. En 1873, Charles Blackley en Bruselas, constata que la población rural, más expuesta a los diferentes tipos de polen, no desarrolla esta nueva “fiebre del heno”, y apunta a la idea de immunización.

La “Polinosis alérgica” afecta entre un 10 y un 20% de la población, pudiendo aumentar hasta un 50% en algunos lugares. Es un problema “in crescendo” en los últimos 20 años. El riesgo de alergia en una población depende de distintos factores como el tipo de polen presente en el aire, la cantidad de polen, la situación geográfica o las condiciones meteorológicas.

Causas

El problema toma dimensiones epidémicas con el paso de una sociedad rural a una industrial, siendo más habitual en los países ricos, por el modo de vida y el desarrollo de la higiene pública. Es la llamada “teoría higienista”, que asegura que la proliferación de productos higiénicos domésticos, así como la imposición de las vacunas y popularización de antibióticos ejercen un efecto nocivo en el sistema inmune, pues dado un entorno aséptico, el cuerpo va a favorecer la vía de la alergia y de las inflamaciones para compensar, pues ya no tiene que luchar contra las múltiples infecciones de antaño. Según esta teoría, los niños que crecen en zonas rurales, que van a la guardería o que pertenecen a familias numerosas, tienen menos posibilidades de desarrollar alergias pues una cierta exposición a bacterias y gérmenes permite al sistema inmune funcionar de manera normal, pues se da un correcto desarrollo de la microbiota o flora intestinal.

El cambio climático que presenciamos y sufrimos en nuestros tiempos también tienen una relación con la rápida multiplicación de las alergias respiratorias, pues el calentamiento global promueve una floración precoz, con mayor cantidad de polen liberado al viento, a destiempo.

Por supuesto, existe una predisposición familiar más que genética, es decir, la herencia genética interviene en la transmisión de un “terreno atópico“, sin que exista un gen específico. Por otro lado hay quien afirma que la mayoría de alérgicos han nacido en primavera.

Por su parte, la polución ambiental, con el aumento de automóbiles y de calefacciones, no provoca este problema pero agrava el cuadro, pues modifica el polen haciéndolo más alergénico, y los contaminantes atmosféricos fragilizan las vías respiratorias.

Diagnóstico

Existen diferentes tipos de test, entre ellos los test cutáneos (prick tests), los tests sanguíneos para verificar la presencia de anticuerpos IgE específicos del alérgeno sospechado, o los test de provocación, introduciendo en el organismo una pequeña dosis del alérgeno para provocar una reacción. Esto debe llevarse a cabo de manos de un especialista, pues los entendidos aseguran que los tests de farmacia son de dudosa eficacia.

Tratamiento convencional

La estratégia que propone la medicina alopática para combatir esta condición consiste en:

1.- Suprimir la causa. El “desalojo alérgico” consiste en tomar medidas preventivas que disminuyan el riesgo de exposición, y por tanto de reacción, al polen. Estas incluyen:

  • No exponerse demasiado al sol y al viento y evitar los paseos en la estación de la polinización.
  • Lavarse el cabello por la noche para eliminar el polen que pueda haberse depositado.
  • No salir con los cabellos mojados, pues son más susceptibles de retener el polen.
  • No secar la colada al viento, pues el polen se posa también en ella.
  • Circular con las ventanillas cerradas.
  • Usar gafas de sol y evitar lentes de contacto.
  • No cortar el césped uno mismo y evitar los picnics.
  • Cerrar las puertas y ventanas durante las horas de calor. Es mejor airear la casa por la mañana temprano o al final del día.
  • Evitar el tabaquismo pasivo y la exposición a contaminantes químicos domésticos.
  • Mejorar la calidad del aire interior: desde hace unos años se habla de la contaminación interior, pues el humo de los cigarrillos, los COV (compuestos orgánicos volátiles que se desprenden de pinturas, aparatos a combustión o productos de limpieza) así como inciensos o incluso aceites esenciales contribuyen a una atmósfera doméstica enrarecida y saturada que empeoran un cuadro alérgico. Para liberarse de esta nube en el comedor de casa conviene:
    • Ventilar todos los días, sobretodo si tenemos una cocina de gas.
    • Eliminar las humedades en el hogar y lugar de trabajo, pues estas provocan la continuidad de los síntomas durante todo el año.
    • Introducir plantas “descontaminantes” como el ficus, la hiedra, los cactus, o los crisantemos.

2.- Luchar contra los síntomas con medicamentos:

    • anti-inflamatorios, en general corticoides que no tratan la enfermedad sino los síntomas y que son menos efectivos a cada uso, puediendo provocar además retención de líquidos, toxicidad digestiva, hipertensión arterial y aumento de peso.
    • vasoconstrictores locales, aunque implican un cierto riesgo de aumentar la tensión arterial, provocando palpitaciones y temblores,
    • broncodilatadores, (se recomienda desconfiar de las inyecciones)
    • anti-histamínicos,
    • adrenalina, en caso de choque anafiláctico

3.- Inducir un estado de tolerancia. Es lo que se conoce como “desensibiliación”, y consiste en inyecciones semanales de extractos del alérgeno. Suele ser eficaz durante un cierto tiempo aunque presenta un alto porcentaje de recidivas.

Tratamiento del terreno atópico

En Naturopatía no tratamos enfermedades sino personas, por lo que el acento no se pondrá tanto en combatir la alergia y sus manifestaciones, sino en conseguir una respuesta inmunitaria más adaptada. Para ello contamos con:

Probióticos
Se considera un tratamiento preventivo que debería tenerse en cuenta desde el embarazo, pues, del mismo modo que la lactancia materna, promueve un buen sistema inmunitario en el bebé. Estos cultivos, habitualmente lactobacilos, bifidobacterias y estreptococos, aseguran el buen estado y funcionamiento de nuestras colonias de bacterias intestinales, responsables por un 70% de la inmunidad de nuestro organismo, y tienen también una función de eliminación de toxinas. Podemos hacer curas intermitentes todo el año para asegurar un buen mantenimiento de nuestra microbiota.

Fitoterapia
Entre las plantas de acción anti-histamínica encontramos la efedra, el estramonium, la fumaria, la hierbaluisa, el llantén mayor (un clásico de las alergias respiratorias) o el gordolobo. También podemos utilizar plantas broncodilatadoras como el desmodium (a tomar como prevención del espasmo), la efedra, el estramonium o la grindelia. La lobelia, por su parte es también aconsejada por su acción anti-espasmódica.

Gemoterapia
Los brotes y yemas de las plantas encierran todo el potencial de las mismas, y más propiedades que sus partes por separado. La yemoterapia es una herramienta eficaz en casos de alergia, siendo los extractos más indicados los de grosellero negro, el  nogal, el romero, el abedul, el álamo o la higuera. La toma habitual es de 5 a 10 gotas (aumentando progresivamente) mañana y noche.

Aromaterapia

Aunque los aceites esenciales suelen estar desaconsejados en cuadros alérgicos, existen algunas excepciones que podemos utilizar para mejorar esta condición. Entre ellos cabe destacar el Pino (Pinus sylvestris), de acción “cortisone-like” broncodilatadora y anti-inflamatoria. El aceite de Eucalipto radiata (Eucalyptus radiata) es conocido por su acción sobre las vías respiratorias altas. El Hisopo (Hyssopus officinalis) tiene una acción anti-histamínica que lo hace indicado incluso en casos de asma. Por úlimo, la manzanilla de marruecos, o manzanilla azul (Tanacetum annum L.) de propiedades anti-ínflamatorias e igualmente anti-histamínicas. Por su parte, los hidrolatos de manzanilla romana, bleuet o lavanda fina pueden suponer un gran alivio usadas en los ojos, en casos de conjuntivitis alérgicas.

Oligoterapia
Los oligoementos, o minerales traza, más indicados en caso de alergias son el Azufre, un desensibilizante universal, el magnesio, por su acción sobre el sistema nervioso (siendo el estrés un detonante de las alergias), el cobre, por su acción sobre el sistema inmune, y el magnesio, de acción anti-inflamatoria.

Apiterapia
Los productos de la colmena nos ofrecen también una posibilidad de mejorar un estado alérgico. Entre ellos el própolis, gran aliado del sistema inmunitario, y la jalea real, que combate la fatiga y tonifica el organismo en general. Una cura de polen de abejas también es una buena medida preventiva.

Complementación

  • Quercitina, anti-histamínico por excelencia.
  • Vitamina C (ascorbato), también anti-histamínico e imprescindible para el sistema inmunitario.
  • Omega 3, de acción anti-inflamatoria y equilibradora del sistema nervioso.
  • Vitamina E, que podría inhibir la inflamación respiratoria en los asmáticos.
  • La Bromealina, de acción antiinflamatoria.
  • El Pycnogenol, rico en flavonoides, de acción antioxidante y anti-inflamatoria.
Alimentación
Existe una “dieta anti-histamínica” que consiste en evitar el pescado, crustáceos y moluscos, los alimentos fermentados, el queso, el chocolate, la levadura de cerveza y la charcutería. Además, puesto que una persona con terreno atópico puede ser susceptible a otras hipersensibilidades, es conveniente evitar alérgenos como los lácteos, el azúcar, la sal, la cafeína y el alcool. También es conveniente leer las etiquetas de los productos alimenticios pues existen numerosos alérgenos (E102, E122, E124, y un largo etcétera) que deben evitarse.
Contrariamente, el ajo y la cebolla son ricos en quercitina, por lo que conviene su presencia en la alimentación, así como los frutos rojos son ricos en bioflavonoides, grandes anti-inflamatorios. Por su parte, un buen zumo matinal de remolacha, ajo, jengibre y zanahoria puede estimular el sistema inmunitario.
En cambio, existe la tendencia recomendar huevos de codorniz en casos de alergia, por su poder inhibidor de las IgE, su contenido en Zn y vitamina B. El problema es que deberían consumirse 6 huevos al día para poder aprovechar sus propiedades, suponiendo esto un riesgo importante en el aumento del colesterol.
Cuerpo y alma

A nivel holístico las alergias nos hablan de “no gustar de algo, rechazar”, con consecuencias nocivas para la salud. Es la manifestación física de una agresividad no reconocida, que se traslada al cuerpo, puesto que no es aceptada por la consciencia. Puede tratarse también de la  traducción corporal de un inconfesable miedo a determinadas cosas. La alergia la polen podría estar vinculada a un rechazo a la fertilidad y la procreación. La nariz tiene una relación con el reconocimiento de uno mismo, y la fiebre del heno puede indicar una congestión emocional.

En este caso, las flores de bach pueden también echarnos una mano, siendo Beech la flor de las “intolerancias” por excelencia.

En cualquier caso, se trata de un trabajo de fondo y a largo plazo que implica un replanteamiento de hábitos alimenticios, modo de vida y actitudes, que nos da, como todos los problemas de salud, la posibilidad de aprender algo más de nosotros mismos, y de evolucionar como personas.

Fuentes:

  • “Vaincre l’asthme et les allergies” Dr. Florence Trébuchon. Editions Albin Michel 2011.
  • “1001 Allergies et intolérances” Dr. Catherine Quéquet. Editions de l’Opportun.
  • “Tous allergiques?” Olivier Michel. Éditions Mardaga 2017.
  • “Allergies, les solutions naturelles” Brigitte Karleskind. Thierry Soucar Éditions 2013.
  • “Soigner ses allergies au naturel” Jeanne Leprieur. Anagramme Éditions 2009.
  • “Le Temps des pollens. Guide de l’allergie aux plantes” Dr. Michel Miguéres, Corinne Brossard, Laurence Ladevie. Éditions Privat 2008.
  • “500 of the most important health tips you’ll ever need” Hazel Courteney. Cico Books 2001.

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