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Hace ya casi tres meses que me bajé del Journey para embarcarme, esta vez metafóricamente, en una nueva aventura profesional, de nuevo en el contexto de un Spa, aunque esta vez a unos cuantos kilómetros de la costa, y aún así, en un entorno bien mediterráneo y propio de mi tierra: la ciudad de Dalí, Figueres. Aquí, se me ha ofrecido la oportunidad de seguir creciendo como terapeuta, y como persona, en unas condiciones laborales y de vida bastante más cómodas y saludables que las que viví en el barco.

Así pues, atrás quedaron por fin los mareos marinos, los horarios escabrosos, las normas arbitrarias, la comida congelada que no me nutría, y el protocolo que me obligaba a sonreír 24 horas al día (aunque tuviese arcadas) y a ponerme tacones y vestido para subir a cenar al restaurante. Aunque también quedaron cosas que sabía muy bien que iba a echar de menos como los desayunos de bagels con salmón y pastelitos, langosta gratis en la cena, curaciones rápidas y sorprendentes, pasajeros agradecidos, y el espectacular escenario diario que ofrecían las ventanas de mi consulta: delfines, islas, volcanes, ciudades, atardeceres y, claro está, el mar, que ahora sólo veo de lejos. Pero sobretodo, atrás y lejos quedaron seres muy queridos que echaré de menos de por vida.

Mi nueva realidad es, como he dicho, bastante más saludable y tranquila. Qualia, el Spa que ahora me acoje, aunque no abrirá sus puertas hasta el 30 de Julio, se me antoja un templo en el que, entre rituales tailandeses ancestrales, bañeras de hidroterapia, pediluvios, linternas de cromoterapia, aceites esenciales y productos de venta de la más pura calidad, puedo seguir practicando y desarrollando no sólo la Acupuntura sino mis otras terapias como son la Naturopatia, la Reflexoterapia, el Quiromasaje, el Drenaje Linfático, y el Reiki, y poder profundizar en ellas sin la presión atroz del sistema americano bajo la que estuve sometida los seis meses que pasé en el crucero. Presiento que delante de mí se abre un nuevo capítulo personal y profesional que sin duda me deparará gratas experiencias.

Sin embargo, me gustaría comentar que el desenlace final de mi colaboración con el programa de Acupuntura en el mar en el que participé durante esos meses ha dejado en mí un inesperadamente dulce sabor de boca.

Unas semanas después de regresar, recibí un mail de la dirección de la empresa agradeciendo y loando mi trabajo en el Journey, e invitándome a iniciar un nuevo contrato en otro barco con más pasajeros en el que, según ellos, podría incrementar mis ingresos (que no fueron pocos, tengo que decir). Les contesté con una diplomática carta en que agradecí el reconocimiento de mi trabajo y rehusé amablemente su invitación alegando que estoy involucrada en un nuevo proyecto, asegurándoles que si en el futuro decidía repetir la experiencia oceánica, me pondría en contacto con ellos. Pero también me atreví a sugerirles, como “feed-back” de mi experiencia y crítica constructiva a su planteamiento de empresa, que había echado de menos, durante mi contrato, un poco de apoyo técnico, específico en Acupuntura, y que el boletín sobre Medicina Tradicional China en el mar que nos enviaban mensualmente, estaba quizás un pelín demasiado orientado al marketing y a “cómo hacer más dinero”. Les aseguré que entendía que estábamos todos allí para ganar dólares, pero que éramos, ante todo, terapeutas y que hubiese estado bien un espacio donde compartir experiencias. Despedí la carta con un “Kind regads” y no supe nada de ellos durante semanas. Pero hoy he abierto el mail y para mi sorpresa había un mensaje suyo, en que me adjuntaban su último boletín en que, inspirados por mi comentario, han incluido una sección de casos clínicos y experiencias sanadoras en el mar. También me han asegurado que están trabajando para organizar un sistema de apoyo técnico a los acupuntores en los barcos. La carta concluía con un “siempre tendrás un puesto de trabajo con nosotros”. Y justo unos momentos después, por una de aquellas sincronicidades, he recibido una llamada de Natalia, mi mejor y añorada amiga en el Journey, que se encuentra de nuevo embarcada, pero la precariedad de la conexión telefónica no ha permitido que le explicase lo que acababa de leer, aunque me moría de ganas de contárselo a alguien y ella hubiese sido la persona perfecta.

Ciertamente, hay algo más que también echaré de menos acerca del barco y que mantiene viva la posibilidad de que quizás me anime, dentro de un tiempo y a pesar de todo, a repetir la experiencia, y es la alegría profunda y el entusiasmo que han suscitado en mí estos pequeños logros y experiencias: las señoras con fibromialgia, el médico escéptico convertido, la señora que perdió a su hijo, entre otros, y ahora el hecho de haber contribuido a que otros acupuntores se sientan quizás un poco más valorados y apoyados cualitativamente y no tanto cuantitativamente en ese universo paralelo, extraño y difícil pero incomparable que es la vida en un barco.

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  1. Hey anna! que buen relato sobre tus dias de confinamiento maritimo y portuario.Decís que es un final feliz, pero me parece que es una cuestion de principios, segun mi modesta lecto-escritura (dicen que la segunda parte es mejor….llegar al final)…..

  2. Hey Anna,Tambien tienes que agregar que gracias al crucero este tuvimos la oportunidad de vernos otra vez asi fuera por pocos dias.Ademas ya tuviste una experiencia del estilo de trabajo americano y eso es algo tremendo.Abrazos,Tatiana

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