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Este verano, con motivo de mi 39 cumpleaños, mis amigos Pedro y Andrea tuvieron la paciencia y el cariño de elaborar un regalo muy particular y sorprendente, a sabiendas de mi implicación con el mundo de la sanación, y mi fascinación con la historia y las leyendas. Se trataba de una ruta por diferentes rincones de Barcelona, escenarios de sucesos relacionados con la sanación y la brujería, donde me contarían pequeñas y grandes historias sobre personajes varios. El resultado fue un delicioso día de sábado lleno de misterio y magia, un viaje por una dimensión de mi ciudad que yo misma desconocía, y una fuente de entradas para este blog, por lo interesante y enriquecedor de las historias. Os presento en este post nuestra primera visita, y en sucesivos posts os iré contando este recorrido increíble y todos esos valiosos hallazgos que me revelaron, y que a cualquier sanador le encantará conocer.

EL “SANTET” DEL POBLENOU

Me recogen con el coche pasado el mediodía. Estoy de lo más expectante ya que no tengo ni idea de dónde me van a llevar. Ellos también están entusiasmados, y para aumentar mi inquietud, me comunican que en el maletero del coche hay una “caja negra” para mí, pero que no puedo abrir hasta el final de la ruta. Vaya, con lo impaciente que soy. Nos dirigimos a nuestra primera visita, que tampoco me revelan, y en el trayecto oigo la “caja negra” desplazarse de lado a lado en el maletero, con cada curva. Como pista acerca de la primera parada, me hablan del “Beso de la Muerte”. Empiezo a asustarme, sospecho que vamos a un cementerio, y no me equivoco.
Aparcamos en la entrada del Cementiri de Poblenou donde, para aumentar el misterio, abren el maletero, sacan la caja negra (con la silueta de una bruja dibujada en la tapa, y mi nombre debajo), me hacen una foto con ella, y me piden amablemente que vuelva a depositarla en el maletero. No, no me van a dejar abrirla hasta el final. 
A pesar de que mi abuela paterna está enterrada aquí, no recuerdo haber visitado esta impresionante necrópolis después de su entierro. La entrada está flanqueada por dos enormes ángeles de piedra como guardianes de la vida y la muerte, y una vez entramos, descubro que es un hermoso y enorme camposanto lleno de estatuas, interminables fileras de nichos, y atisbo al final la zona de panteones que me queda pendiente de visitar otro día, ya que hoy venimos aquí a otra cosa. Como dato histórico, Pedro me cuenta que este cementerio fue el primero en construirse en España alejado de una ciudad, en el s.XVIII, como un intento de solucionar los problemas de salubridad. 
Después de una rápida pero imprescindible visita a la impactante estatua “El beso de la muerte” realizada por Jaume Barba en 1930, sobre la tumba del empresario catalán Josep Llaudet Soler, Pedro y Andrea me conducen por el laberinto de nichos hacia el lugar de reposo de un tal Francesc Canals i Ambrós, alias “El Santet”, del cual nunca había oído hablar.  Pedro me cuenta que “El Santet” fue un vecino del barrio del Born nacido en 1877 y que murió por causa de la tuberculosis a la temprana edad de 22 años. Este joven, que vivía en la Plaça de la Llana (donde, curiosamente, mis abuelos tenían una tienda), era popular entre sus conocidos por sus sueños premunitorios, hasta el punto de predecir el incendio que terminaría, 30 años después de su muerte, con los almacenes donde él había trabajado, así como la recuperación de la visión de su padre ciego, e incluso su propia muerte. A raíz de esta, la gente que supo de sus pequeños “milagros” empezó a hacer de su tumba un lugar de peregrinación y ha continuado siéndolo hasta el día de hoy. 
Al acercarnos a su nicho (entrando por la izquierda del pasillo, como manda el “ritual”), veo que un cúmulo de flores, fotos, velas, imágenes de vírgenes y santos, y ofrendas varias llenan los nichos circundantes al mismo. La dirección del cementerio acabó trasladando a los “vecinos” del Santet a otros nichos y reservando ese espacio para el imparable culto. La lápida muestra una foto de Francesc, i está protegida por un cristal con una pequeña ranura por donde se pueden introducir papelitos con peticiones al “santo”. Multitud de papelitos rellenan el espacio entre el cristal y la lápida, algunos de los cuales espiamos, ya que están abiertos, y vemos que están relacionados con curaciones de salud. Parece, además, que se convirtió en tradición para algunas muchachas, el ir a depositar el ramo de novia después de su boda, para que el recién marido fuese tan bueno como el Santet. También vemos miembros de cera colgados en el muro opuesto al nicho, tal y como se encuentran en Montserrat y otros lugares de culto. Para poder yo también realizar el “ritual”, Andrea me entrega una pequeña bolsa con pedazos de papel con los bordes quemados, a modo de pergaminos enrollados, en los que escribir deseos. Le doy uno a cada uno de mis anfitriones y nos disponemos a plasmar nuestros anhelos para irlos introduciendo después por la ranura del cristal, a ver si el Santet performa sus milagros, como ha ido haciendo desde hace un siglo y medio. Abandonamos el lugar por la parte derecha, como manda el “ritual”, y nos despedimos del cementerio, al menos por un tiempo… incierto.
Próxima visita: LA MINA DE L’AIGUA RADIAL

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