No podía dejar terminar la semana mundial de la Reflexoterapia sin dedicarle un post aquí en el blog del T.A.O., pues de todas las formas terapéuticas que estudio y practico, esta es la que lleva más tiempo conmigo, o yo con ella, según se mire, y aun así continua fascinándome.
Entró en mi vida como asignatura trimestral dentro de un curso introductorio de Naturopatía, y a priori no me entusiasmaba demasiado la idea de manosearle los pies al personal. Sin embargo, al poco de empezar a explorarla y descubrir todo lo que se podía llegar a saber del presente, pasado y futuro de una persona a través de sus pies, así como sus posibilidades terapéuticas de una manera tan sencilla, me entusiasmé con ella y ya no nos hemos separado.
Ciertamente, como bien sabían los egipcios, los chinos, los hindúes y los indios americanos desde hace milenios, con los pies también podemos andar hacia la sanación pues en ellos está reflejada toda nuestra anatomía corporal, y estos reflejos, si se estimulan, promueven la regeneración y recuperación de su órgano asociado. Sólo que nosotros, en occidente, sólo vinimos a descubrir esto a raíz de las teorías del Dr. Fitzgeral a principios del siglo XX. Por ello, nuestra forma de terapéutica podal no está basada en las técnicas de esas otras culturas ancestrales, sino en los descubrimientos en el campo de la neurología de científicos americanos y eurpeos más contemporáneos, aunque al fin y al cabo, hemos llegado a las mismas conclusiones por diferentes caminos.
A pesar de que una de las promotoras de la Reflexoterapia, la alemana Anne Maquard, decidiese que, al menos en su país, esta terapéutica debía ser sólo practicada por profesionales de la salud como médicos y enfermeras, Eunice Ingham, anterior a Maquard y considerada como la madre de la Reflexoterapia, estipuló my explícitamente cuando desarrolló el primer mapa de los pies y dio nombre a este tipo de terapia, que esta podía y debía ser practicada por el pueblo llano, como forma de sanación doméstica. Pero ya sabemos lo que sucede cuando se le devuelve al pueblo el control sobre su salud, que algunos sectores se ponen nerviosos, pues salud es poder, y enfermedad equivale a venta de fármacos. Quizás por ello la Reflexoterapia (del mismo modo que sucece con otras terapias naturales) haya sido relegada y mantenida, en nuestras latitudes, en esa franja de alegalidad y descrédito.
Pero en estos tiempos de recesión económica, recortes sanitarios, e insatisfacción con un sistema de salud que nos proporciona una vida más larga pero de peor calidad, la Reflexoterapia, junto con sus compañeras de batalla las otras terapias holísticas, nos ofrece una alternativa sencilla y muy agradable para el cuidado a largo plazo de nuestro bienestar. Por ello, personalmente creo que es parte de nuestro trabajo como terapeutas el promover estas terapias y acercarlas a la población como forma de recuperar el control sobre nuestro estado vital, y dejar de entender la salud como un lujo comercializado por ciertos sectores bajo cuestionables motivaciones, sino como un ingrediente indispensable pero asequible que nos ayude a ser más libres y más felices.