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Se suele diferenciar el estado Rock Rose del estado Mímulus en que el primero es agudo y pasajero, y el segundo más crónico, como una fobia o el miedo a dormir a oscuras. Y se diferencia también del estado Estrella de Belén, en que este nos trae temores arraigados en traumas pasado. Así pues, Rock Rose se prescribe en aquellos estados de terror transitorio o pánico, y forma parte del Remedio de Rescate, para aliviar el miedo característico de una situación de emergencia.

Y, casualmente (o no) anticipé una circunstancia estos días que pensé sería idónea para presenciar a la Helianthemum nummularium en acción. Era el tipo de situación que en el pasado me había inmovilizado, casi literalmente, fallándome los reflejos y perdiendo la oportunidad que la ocasión brindaba. Pensé que, por una vez y ayudada por la flor, conseguiría reaccionar a tiempo, superando el miedo paralizador experimentado en el pasado, y aprovechar la circunstancia. Pero cuando llegó el  momento temido, las cosas no sucedieron como yo esperaba, y no tuve que enfrentarme cara a cara al temor.

Menos mal que las flores de Bach tienen más profundidad de lo que nos pensamos, y que siempre tienen algo que enseñarnos. Pues tal y como transcurrían los días, me di cuenta de que no hace falta pasar por una experiencia aterradora para beneficiarse del Heliantemo, pues la paralización a la que puede hacer frente esta flor es a veces subliminal, aunque no por ello menos dañina.

Porque, de nuevo casualmente o no, estos días asistí a un curso en el que se hablaba, entre otras cosas, de la asertividad. Se comentaba cómo en nuestra cultura no se educa en esta cualidad comunicativa y tendemos a callarnos las cosas “para no liarla”. Con las nefastas consecuencias que, a medio y largo plazo, esto conlleva, claro. Esta reflexión me hizo pensar mucho en Rock Rose y en cómo el miedo al conflicto paraliza nuestra comunicación. O la mía, en concreto. Y parándome a pensar en cosas que me estoy callando, para evitar enfrentamientos, sentí de repente Rock Rose circulando por todo mi ser, y un deseo irreprimible de, asertivamente, enviar cierto mail que tenía muchas ganas de enviar. Lo hice y, por ahora, no ha habido ninguna hecatombe, aunque todavía estoy a tiempo de que la haya, pero por lo menos saqué de mi pecho algo que tenía estancado dentro, sin necesidad de explotar, que es lo que sucede cuando nos callamos las cosas durante mucho tiempo. Eso, o desarrollar un cáncer.

Así que, bastante aliviada, me maravillo, una vez más, de cómo la ingesta de unas gotitas puede provocar un cambio sutil, pero substancial en nuestro día a día, en nuestra consciencia, y, en resumen, en nuestra evolución personal.

Próxima semana: Rock Water 

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