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Tienen más utilidades de lo que, a priori, cabría suponer, son un remedio tradicional de las abuelas así como un instrumento de consultorio, y a pesar de que dejan su huella en nuestra piel, constituyen una herramienta práctica y muy efectiva en la consulta de quiromasaje, acupuntura y también de estética.

Los antiguos chinos, egipcios y árabes ya las usaban, así como Hipócrates y Galeno, pero se introdujeron en la medicina moderna a principios del siglo XIX. Es un método terapéutico mediante la succión de la piel (al hacerse el vacío dentro de la ventosa), provocando la concentración de la sangre en la zona, con el consecuente hematoma.

Las hay de diferentes tipos (cristal, bambú, cerámica, con imanes, o con succión por pera) y tamaños. Las formas de aplicación son también diversas, incluyendo la técnica del sangrado, muy efectiva para dolores agudos y congestiones graves.

Se usan sobretodo para aliviar el dolor muscular. Según el Dr. Ren Huan Chao “(…) la ventosa provoca el rompimiento de los capilares sanguíneos y produce una congestión parcial, provocando la hemólisis (los glóbulos rojos se destruyen) de modo que se libera la hemoglobina causando una estimulación positiva”.

Pero también son grandes aliadas en la ardua batalla contra la celulitis, ejerciendo una acción lipolítica en la zona sobre la que se trabaja, así como en tratamientos rejuvenecedores faciales, puesto que oxigenan los tejidos subyacentes al cutis, promoviendo su nutrición y regeneración. Para este último propósito se usan ventosas pequeñas con succión suave, con el fin de evitar hematomas importantes.

Las principales contraindicaciones con respecto a su uso incluyen problemas de corazón, edema, individuos muy delgados, enfermedades dermatológicas extendidas por el cuerpo, desequilibrios mentales graves, embarazadas, estados febriles, convulsiones o espasmos, úlceras, alergias o fracturas. Fuera de eso, están indicadas, además de lo comentado arriba, para tumefacción en las articulaciones, reuma, esguinces, dispepsia, resfriados, tos, asma, entumecimiento de los miembros, parálisis facial y hasta par mordeduras de serpientes venenosas.

Los hematomas que provocan se pueden aliviar con un remedio homeopático de Árnica, o con un gel o crema que contenga esta planta. Aunque teniendo en cuenta todos los beneficios que aportan, vale la pena llevar el recuerdo de las ventosas durante unos días, aunque la gente nos pregunte por qué vamos a ronchas.

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