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Si con Vine aprendimos a no dejarnos coartar por una rígida fuerza interna, Walnut nos alerta y protege de la manipulación que pueden ejercer sobre nuestras actitudes, decisiones y comportamientos las influencias externas, incluso cuando estas no sean intencionadas. Y nadie está libre de ellas pues vivir en sociedad implica, necesariamente, vivir expuesto al influjo de todo lo que nos rodea.

Se acostumbra a prescribir el Nogal a aquellos en procesos de cambio, sea un embarazo, una separación, un duelo o una mudanza, pues la flor nos da dirección y perseverancia en nuestro camino, resguardándonos de tentaciones y de las propias debilidades. Y al no encontrarme, en principio, en un proceso de cambio, me preguntaba qué podría mover Walnut en mi. Olvidaba, sin duda, que la vida es un cambio constante, y que no es necesario hallarse de trasteo para beneficiarse del aprendizaje de esta flor, pues todos los días ofrecen nuevos retos con los que lidiar. Sobretodo si se tiene un negocio propio y se es novata en el arte empresarial.

Y aunque son diversos los retos que me han salido al paso desde que inauguré mi pequeño centro de terapias, hay uno que llevo arrastrando desde hace unos meses y que parecía precisar de la influencia de la Juglans regia para poder solventarlo, pues se trata, precisamente, de una influencia externa negativa que ha estado sacándome de mis casillas de forma progresiva: el bar contiguo a mi local instaló una máquina de música pared con pared con mi sala de terapias de manera que el agradable silencio del que gozaba hasta ahora ha sido substituido por joviales pero desfasados temas musicales que retumban, repentinamente y sin previo aviso de manera intermitente, en medio de mis tratamientos.

La vía diplomática y amistosa por la que opté inicialmente para lidiar con el problema no funcionó, pues la regenta del bar me mandó literalmente a paseo, así como mis quejas al administrador de la finca, el cual escribió una carta en papel mojado a la tal señora, y la señora usaría la nota para reemplazar el papel higiénico cuando se le terminase, me imagino. Así que, a medida que mi frustración crecía, empezé a urdir planes de venganza (como poner altavoces potentes de cara a su pared y deleitarla con “Las Walkirias” de Wagner a todo trapo), y a informarme sobre normativas, las cuales me amparan a mí y no a ella (por lo visto esa máquina de música no es legal en ese tipo de establecimiento), considerando la opción final de la denúncia.

Pero llegó el momento de tomar Walnut y, con su apoyo, comprendí que tales planes sólo me envilecían y rebajaban a un nivel donde no quiero verme, y que, al revés de lo que reza el dicho, “el mejor ataque es una buena defensa”. Así que finalmente me he decantado por insonorizar mi sala de terapias, de un modo económico y creativo, hacer una fiesta para celebrarlo, y que sea la señora del bar la que se vaya a paseo.

De todo esto aprendo que una contrariedad no sólo nos presenta ante la clásica diatriba de “lucha o fuga”, sino que también existe la alternativa de darle la vuelta a la tortilla, reinventarse y salir de la experiencia reforzado. Pero en último término, lo que considero más importante, y que tiene mucho que ver con Walnut, es el no dejarse embrutecer por el entorno, cuando este nos tienta a ser viles y a sacar lo peor de nosotros, en contra de nuestro deseo. Porque quizás no podamos cambiar lo que nos rodea, pero podemos decidir cómo reaccionar ante él, y si permitimos, o no, que nos transforme.

 

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