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Siempre me he opuesto a ser tipificada, incluso por otros terapeutas florales, como Wild Oat, por el mero hecho de haber cambiado de domicilio, ciudad y trabajo con frecuencia en los últimos veinte años, dinámica típica de esta flor. Pues desde que me introduje en el mundo de las Terapias Naturales le he sido fiel, y ha constituido el hilo conductor de mi trayectoria profesional, prediciendo y condicionando mi vida personal.

Sin embargo, sabiendo que para desarrollar un proyecto y, en mi caso, una consulta clínica, era necesario una ubicación geográfica fija durante un tiempo, me comprometí a crear el T.A.O. donde me hallo ejerciendo mi profesión, más estable y menos Wild Oat que nunca. Aún más, después de haber navegado por diversas disciplinas dentro del amplio mundo de la medicina natural, hace ya meses que decidí acotar, y no iniciarme en nuevas doctrinas (como la homeopatía o el shiatsu por ejemplo), sino profundizar en Medicina China o Reflexoterápia, para saber más de menos cosas y no un poco de todo.

De modo que me tomé la Avena silvestre estos días un poco con la prepotencia del que no tienen nada que aprender, sólo para comprobar, una vez más, cómo las flores pueden bajarle a una los humos y mostrarle otros matices de su acción, y que algo tan humilde como un cereal puede ser nuestro mayor maestro.

Pues aún intentando conscientemente focalizar y mantenerme constante en mi planteamiento y práctica profesional, esa tendencia al mariposeo que me niego a reconocer, se hizo latente esta semana gracias a la Bromus ramosus, una tarde de sábado en que me disponía a ponerme al día con algunas de las múltiples tareas extra que un pequeño centro como el T.A.O. acarrea, entre ellas coser a máquina el dobladillo de las nuevas sábanas para la camilla. Tenía unas quince sábanas por coser y llevaba postergando el trabajito durante algún tiempo pues al no ser yo muy experta en costura, cada sábana me tomaba casi un cuarto de hora. Así que había ido cosiendo dos sábanas aquí, otras tres allá, no acabando nunca con el tema. Pero esa tarde de Wild Oat en mi casa, entendí de repente que si las cosía del tirón, a la séptima u octava sábana habría adquirido cierta habilidad y rapidez, y liquidaría la cuestión de una vez. Así que con el empuje de la avena (que además, “casualmente”, como cereal dietético, otorga una energía constante y sostenida en el tiempo), empleé la tarde de sábado cosiendo una tras otra el montón de sábanas junto a la máquina de coser, llegando incluso a disfrutar de la monotonía de la costura, que acabó siendo casi una forma de meditación.

Me quité el lastre de encima, tachando uno más de los muchos frentes abiertos que tengo con respecto al T.A.O., y aprendí la lección de Wild Oat con respecto a la perseverancia y la constancia, o como dicen los ingleses “one thing at the time”, una cosa y luego otra, que no solo atañe a los planteamientos grandes y generales, sino a la forma de lidiar con la cotidianidad.

Me reservo un poco de su energía para actualizar la web, leer libros pendientes, confeccionar el catálogo de producto, y un largo etcétera.

Próxima semana: Wild Rose (Rosa canina)

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