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Bajé a cenar otra vez al barecito de noodles del otro día, ya que el lugar es muy autóctono y existe la opción vegetariana. Me sente en el extremo de una de las dos únicas mesas alargadas, ocupada en parte por otra gente, todos lugareños, con mis humeantes noodles y mi Hanoi Beer, tranquilita, y mientras saboreaba los tallarines picantes y mentolados, empezó a llegar gente. Se fueron sentando en los espacios libres de las mesas, hasta que quedaron las dos llenas, y todos hablaban entre ellos. Después de su tercer brindis, me he dado cuenta de que se trataba de una celebración. Por la disposición de las mesas, una al lado de la otra, aunque me sente, como he dicho, en el extremo de una de ellas, al juntarlas, quede de repente en medio y, ademas, del lado de la pared, con lo que me vi engullida por su fiesta. Al cuarto brindis alce mi cerveza también, por educación, y el guaperillas de delante mio, se apresuro a chocar mi botella con la suya, con una sonrisa. Ahora era inevitable entablar algo de conversación, y les pregunte que celebraban. Me dijeron que el cumpleaños del hijo de una de las chicas, y que eran todos amigos del instituto que se seguían reuniendo para estos casos. Eran de la quinta del 72, como yo. Mis noodles y mi cerveza se acabaron, pero el guaperillas insistió en que me pidiese otra. Yo estaba muy divertida con la anécdota y parecía ser que ellos también (supongo que no contaban con una invitada caucasiana para la celebración), así que, después de negarme brevemente a la segunda cerveza, le dije “venga vale!” y me pedi otra. Poco a poco los otros se fueron animando y me fueron preguntando cosas, a la vez que seguíamos brindando. Fui a buscar la cámara para inmortalizar el momento, pero me la había dejado en el hotel! Asi que intente, a pesar de la zozobra de las dos birras, gravar en mi mente el jolgorio y las risas orientales de mis amigos espontáneos. Estuvimos así un rato más, hasta que de repente se levantaron todos de golpe, se despidieron y se fueron. Tengo que confesar que me quedo un gran vacío tras su marcha, después de tanto jubilo, pero fue una divertida anécdota.

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