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A tres meses de estar aquí, en la mitad de mi contrato, me dispongo a empezar la cuenta atrás, aunque todavía no tengo una fecha cierta de regreso, que podría ser o el 15 o el 25 de abril 2009. De cualquier modo, como digo, yo voy descontando más que contando.

Después de este tiempo, llevo ya a mis espaldas unos cuantos momentos de euforia, muchos ratos de mareo, aciertos, desaciertos, felicitaciones y quejas, en dosis hasta ahora favorables al entusiasmo, aunque no sin grandes esfuerzos por mantener este vivo, a pesar de las presiones.

La principal y mayor presión es, sin duda, la económica. Las formalidades protocolarias del hotel de seis estrellas flotante en el que estoy, ya me son tan familiares que no me molestan más. Igualmente, las constantes medidas de seguridad y simulacros de emergencias (aviso de bomba incluido) son ahora como un juego que rompen con la rutina. Sin embargo, el incesante recordatorio y hasta acoso para que produzcamos dinero a cualquier costa, no lo he conseguido aceptar. Yo intento mantenerme “pura” en un ambiente tan comercial y no olvidar que mi interés, en última instancia, es la sanación. Pero aquí sólo se habla de cifras. De hecho, la última frase de la manager en las reuniones a las 7:40 de la mañana los días de mar es: “venga chicas, a hacer dinero”. En el último crucero se llegó al límite de “castigar” con quedarse dos horas más por la noche (después de una jornada de 12 horas) a aquellas que no habían conseguido hacer cierto dinero que nos habían puesto como objetivo para ese día.

Yo, de momento, gozo de ciertos privilegios ya que hasta ahora he sido casi siempre la que más dinero ha hecho, lo cual me sorprende bastante ya que, excepto por algún masaje que hago de vez en cuando, mi servicio es única y exclusivamente la Acupuntura. Y ni siquiera es el servicio más caro del Spa. Un facial con “microdemabrasion” cuesta casi 100 dólares más que una sesión de Acupuntura. Sin embargo, la Medicina Tradicional China parece gozar de bastante popularidad en los cruceros.

Por supuesto que parte de mi trabajo consiste en mantener esa popularidad publicitando y promoviendo mis servicios por el barco, no sólo con los seminarios, sino consiguiendo entrevistas con la directora del crucero, Sue, para que salgan en la televisión de cada cabina, o “colándome” en la timba de Bingo, para presentarme y ofrecerles una sesión de agujas como uno de los premios. De hecho, me planto delante de cualquier grupo de gente cada vez que tengo oportunidad: charla sobre la vida de Marilyn Monroe, sesión de Trivia, clase de danza, lo que sea. Como dicen aquí los de animación, quizás no llegue a gustarles a los clientes, pero por seguro que llegan a conocerme. En los seminarios, voy encontrando fórmulas convincentes para atraer clientes a la consulta a partir de ellos, intentando a la vez no comprometer mi honestidad ni caer en la charlatanería, el lado oscuro. Y la verdad es que hasta lo disfruto.

Otra gran parte de mi trabajo es, obviamente, la terapia en si. He llegado a tener hasta 9 pacientes en un día, lo cual no es divertido porque a veces tengo 4 en un espacio de 3 horas (todos quiere venir al mismo tiempo) y tengo que ir saltando de consulta en consulta, pinchando o despinchando a unos mientras tengo a otros con las agujas puestas. Es bastante estresante ya que constantemente tengo que hacer primeras visitas con la entrevista que conllevan, y apenas tengo tiempo de pensar en el diagnóstico, teniendo que improvisar a menudo. Sin embargo, para mi sorpresa, hay veces que los tratamientos improvisados han sido bastante efectivos. Los ratos que estamos en puerto o no tengo pacientes, los dedico, si no estoy promocionándome en algún escenario del barco, a trabajarme los casos, revisar apuntes, hacer esquemas, y leer los libros, digitales o en papel, que me traje como apoyo. Aunque no siempre eso es posible ya que si navegamos y el barco se mueve, me resulta bastante difícil concentrarme y en lo que más pienso es en acabar el servicio e irme a la cama. De cualquier modo, esta experiencia está siendo, sin duda, una buena práctica. De hecho, practico tanto el diagnóstico de pulso y lengua (ya que lo ofrezco como consulta gratuita), que a menudo me creo una reputación de adivina entre mis clientes.

A parte de todo esto, en estas latitudes exóticas, para compensar un poco tanto tute y mareos, me han acompañado al otro lado de las ventanas de mi consulta, pelícanos, diversos tipos de pájaros extraños, delfines saltarines, atunes, tortugas de mar, focas y hasta cocodrilos (mientras cruzábamos el Canal de Panamá). Alguien incluso vio una ballena, pero yo no he tenido esa suerte de momento. Desafortunadamente, mientras me evadía un rato en una playa de Méjico, vino una ola que mojó mi cámara de fotos provocándole un cortocircuito. Por lo que no tengo muchos recuerdos digitales de estas maravillas que me rodean últimamente. Aunque no creo que mis ojos olviden.

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