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Es evidente que la alimentación, al margen de su función principal que es la de nutrirnos, es un instrumento de múltiples usos, entre ellos como facilitador social en eventos varios, como instrumento de consuelo para emociones diversas, o, según la sabiduría popular, como atajo hacia el corazón del ser amado. Es por ello que en estados Holly, en que intensos sentimientos de ira, rabia o envidia, nos invaden, la comida puede convertirse en una peligrosa arma de doble filo.

Por un lado, la envidia puede fácilmente llevarnos a desear la silueta de alguien con quien rivalizamos, por ejemplo, empujándonos a dietas peligrosas y ayunos drásticos, poniendo en jaque mate nuestra salud, además de nuestra dignidad. Un ataque de celos puede también llevarnos a copiar un estilo dietético que, aunque a otro pueda sentarle bien, no sea necesariamente aconsejable para nosotros o incluso inconveniente. Y en el peor de los casos, a copiar hábitos alimenticios nefastos como el consumo habitual de sodas u otros anti-alimentos por el estilo. En cualquier caso, compararnos con un prójimo al que envidiamos no debería ser en absoluto la motivación detrás de nuestras elecciones dietéticas.

Por otro lado, puesto que, a menudo, en este estado no conocemos o no comprendemos el orígen de los celos y el resentimiento, caemos en un desasosiego que pide a gritos una compensación, la cual es muy fácil encontrar en la comida. Así, en estados Acebo, podemos inconscientemente castigarnos comiendo, como venganza, chucherías, golosinas y otros alimentos que sabemos a ciencia cierta que no nos hacen bien.

En su estado positivo, Holly nos habla del amor universal el cual empieza, obligatoriamente, por uno mismo. Querer algo sólo porque otro lo tiene, o vengarse castigando el propio cuerpo, significa haber perdido el contacto con uno mismo. Cuando existe amor propio, uno no siente la necesidad ni cae en la tentación de valorarse en función de otra persona, por lo que la envidia no tiene cabida. El corazón tiene la capacidad de alegrarse de los éxitos ajenos, a pesar de los fracasos propios, si es que en una consciencia de amor existe tal cosa como el fracaso. Y lo que es más importante, amarse a uno mismo es, en primer lugar, cuidar la salud para lo que una alimentación equilibrada, libre de comida basura pase lo que pase, es condición “sine qua non”.

Finalmente, y como todos sabemos, cocinar para uno mismo y para los demás es un acto creativo de generosidad y comunión, en el que el ingrediente indispensable no puede ser otro que el amor.

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