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“Yo no puedo enseñarte nada, sólo puedo ayudarte a encontrar el conocimiento dentro de tí mismo, lo cual es mucho mejor que traspasarte mi poca sabiduría” Sócrates.

Esta vez no escribo como terapeuta, ni como estudiante, sino desde el otro lado de la mesa, es decir, desde mi experiencia como “coachee”, o persona que decide adoptar el Coaching como forma de acompañamiento hacia sus propósitos. Pues esta propuesta de crecimiento personal no sólo merece mis respetos por su planteamiento teórico, sino que he podido comprobar sus beneficios en mi propia realidad.

En efecto, las palabras de Sócrates, base filosófica del Coaching, resuenan como un contundente y certero eco dentro de mí, puesto que soy el tipo de persona a quien no le gusta que le digan lo que tiene que hacer, pero que cuenta con suficiente humildad como para reconocer que, en ocasiones, necesito apoyo para resolver alguna cuestión.

Así que después de algunas sesiones, me encuentro levantándome temprano cada mañana para hacer ejercicio (impensable en mí hace unos meses), escribiendo cartas que no envío a personajes de mi pasado para decirles lo que no les dije en su momento, creando espacio y tiempo para investigar sobre un tema pendiente, y organizando mi alimentación, entre otras cosas. Todo ligado a un objetivo concreto y medible que establecí el primer día con mi Coach, y con unos resultados muy palpables que, de momento, ya han mejorado considerablemente mi calidad de vida.

Estoy bastante impresionada, conmigo misma así como con la eficacia de este método para identificar recursos y capacidades personales, y darles una utilidad. Y todo ello sin demasiada intervención activa por parte del Coach, aunque sí muy estratégica y adaptada, me imagino, a cada persona, según la capacidad resolutiva y el nivel de consciencia.

Investigo un poco y averiguo que ya en el siglo IV a.c., Sócrates introdujo el concepto de “Mayeutica” (partera, literalmente) para definir un método inductivo de resolución de problemas, a base de formular preguntas. Pero que no fue hasta los años 70 del siglo XX que esta aproximación tomó un formato profesional actual, cuando Timothy Gallwey, entrenador deportivo, concibió la idea de ayudar a sus deportistas a superar sus bloqueos mentales para mejorar su rendimiento. A raíz de lo que él llamó “Inner game” (juego interno) se creó escuela, y el británico Sir John Whitmore adaptó el concepto al mundo empresarial, sector en el que el Coaching está bien arraigado. Consecuentemente, un poco más adelante, llegó también al plano personal, de la mano de Thomas J. Leonard, el cual se considera padre del Coaching moderno.

Tal como escribo, voy buscando alternativas a la palabra “terapia”, pues (como mi Coach insiste) no se trata de una terapéutica sino de una forma de acompañamiento. La diferencia estriba en que mientras la terapia escarba en el pasado, aborda deficiencias y proporciona soluciones, el Coaching mira hacia el futuro, trabaja con el potencial de la persona y ayuda a esta a descubrir y usar los propios recursos. En resumidas cuentas, mientras que la terapia da peces, el Coaching enseña a pescar.

Me da mucho que pensar, no sólo como coachee, sino como terapeuta. Por que, sin duda, podemos aplicarlo a cualquier asunto. Partiendo de un objetivo (de salud, de trabajo, de relacionamiento), el Coaching nos ofrece la oportunidad de superar limitaciones, cambiar conductas, resolver conflictos, identificar motivaciones y necesidades, desarrollar recursos y habilidades y, en definitiva, tomar consciencia de cómo queremos que sea nuestra vida, y hacer algo al respecto.

http://www.100x100coaching.com/
http://www.slideshare.net/inspirare/que-es-el-coaching-9243681
http://coachenlinea.wordpress.com/2007/10/30/preguntas-frecuentes-acerca-del-coaching/

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