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Con motivo de mi aniversario, buscábamos un lugar tranquilo y bonito donde pasar el fin de semana. Siendo el puente de Santa María, y no habiendo reservado con tiempo, nos costó encontrarlo, pero el Universo, en su infinita generosidad, hizo un hueco para mi cumpleaños en la agenda de una casa rural, en el mejor lugar posible: un pueblo ecológico.

 
Y así, como por “azar” (o más bien, por la ley de la atracción) fuimos a parar a Correns, pequeño municipio del departamento francés del Var, en plena Provenza. Esta localidad ostenta el título de “primer pueblo Bio de Francia” pues unos quince años atrás, su cooperativa vinícola decidió adoptar métodos de producción ecológicos, adquiriendo el sello Ecocert. La iniciativa verde fue secundada por los vecinos, cada uno en su dominio, convirtiendo el lugar en abanderado de sostenibilidad del país. No es de extrañar que desde entonces su población se haya doblado.
 
A decir verdad, el pueblo presenta un aspecto similar a los pueblos típicos de la región: casas de piedra, pocos o ningún edificio moderno, campos, viñedos, iglesia vieja, ayuntamiento y plaza con barecitos. Es solo cuando una va explorando que descubre a qué se debe su popularidad. Los niños acuden a una Eco-Escuela, la peluquería trabaja con productos Bio, los restaurantes ofrecen menús ecológicos y, detalle importante, el reciclaje de residuos se realiza correctamente pues no sólo cuentan con los contenedores correspondientes, como en muchos lugares, sino que pude ver, al cabo del día,  como los lugareños sacaban bolsas amarillas transparentes con plástico, metal y brick dentro, para ser recogidas por el camión.
 
 
 
Nuestro hospitalario anfitrión nos recibe con refrescos que tomamos en una mesa debajo de un olivo, y nos cuenta cómo los vinicultores como él, se pasaron al Bio, en su pionera iniciativa. Nuestra habitación es simple pero muy limpia y fresca, dormimos como bebés y el desayuno casero que nos trae por la mañana me sabe a gloria, debajo del olivo. Intentamos quedarnos una noche más, pero la habitación está reservada. No me extraña, dormir sin pesticidas en el ambiente y comer sano es algo que más y más gente desea.
Rematamos la excursión, a la mañana siguiente, con un paseo por el rio Argens, hasta el Vallon Sourn, rincón protegido donde hacemos un picnic con productos Bio del pueblo, en que solo el sonido del agua del rio nos acompaña. Nuestra galga Cloé está encantada, y nosotros no menos.
Correns celebra un famoso festival Bio el tercer fin de semana de Agosto, punto de encuentro multitudinario de los adeptos a lo ecológico, que, como muchos sabemos, más allá de una moda o una filosofía de vida, es simplemente una necesidad si queremos seguir viviendo en este planeta.

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