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Cada vez que alguien me viene de nuevo con lo de que “no se por qué me engordo, si sólo ceno ensaladas”, siento un deseo irreprimible de plantarme en medio de la Repla con un megáfono y dos altavoces, y gritarle al mundo que hincharse a ensaladas ¡¡¡¡no es hacer dieta!!!!
Sobretodo si se tiene tendencia a engordar, ya que al ser crudas y frías, el sistema digestivo tiene un trabajo extra en digerirlas, además de que no solemos masticar suficientemente los alimentos. Al tragar la lechuga, tomates, zanahoria y otros ingredientes casi enteros y sin cocinar,  a menudo acaban fermentando en nuestro estómago produciendo hinchazón abdominal, gases y retención de líquidos. A un sistema digestivo deficiente, le convienen productos cocinados  y a cierta temperatura. Si se come ensalada, debe hacerse en un momento del día y una época del año cálidos, en la que ya nos conviene algo un poco fresco, es decir, en verano y al mediodía. Pero la población mundial sigue empecinada con el mito de las ensaladas por la noche, arraigado profundamente en nuestra consciencia, y a muchos, ya les pueden decir misa. Y como este, muchos otros mitos.
No tenemos la culpa, en realidad, ya que durante las últimas décadas hemos sido bombardeados por mensajes varios y contradictorios proveniente de la industria alimenticia y de las diferentes escuelas de pensamiento en el sector de la dietética, dejándonos confundidos y a menudo equivocados.  Y la alimentación no es algo en lo que se haga hincapié en las escuelas, por lo que es difícil tener un criterio propio en cuanto a lo más conveniente a la hora de comer y solemos dejarnos convencer por aquel que nos vende mejor su película.
La solución, podríamos pensar, sería doctorarnos todos en Nutrición para poder tomar las decisiones correctas en la mesa, aunque, por la misma regla de tres, deberíamos doctorarnos también en Medicina, Economía, Política, etc., etc. Es obvio que no lo vamos a hacer. Sin embargo, en cuanto a la alimentación, existe una alternativa: el sentido común.
Para empezar, somos dueños y señores, cada uno de nosotros de nuestro propio cuerpo, y llevamos con él toda la vida, por lo que seguro que hemos aprendido a estas alturas a conocer qué le sienta bien y qué le sienta mal. Escuchar al organismo es primordial, ningún médico o dietista puede sentir lo que cada uno siente en sus vísceras, por lo que es conveniente prestar atención a lo que sucede con nuestro cuerpo como respuesta a determinadas comidas, al margen de teorías. Porque todos sabemos que lo que le adelgaza a uno puede engordar al vecino de enfrente.
Una vez hecho esto, debemos escuchar, también, a la Madre Naturaleza que, sin duda, es muy sabia. Las frutas acuosas proliferan en verano y en lugares cálidos para calmar nuestra sed, no es casualidad. Cada lugar y cada momento tiene sus alimentos locales y de estación y estos siempre serán los más convenientes. Comer castañas en agosto puede ser divertido, pero el cuerpo no lo necesita, por lo que es mejor prescindir de los alimentos cultivados a destiempo y en neveras.
Y por último debemos recelar mucho de las famosas dietas milagrosas, que siempre son mentira. Estar en forma y en línea tiene que ver con un compromiso responsable y duradero con la alimentación, no con una tortura dietética de quince días. Comer es uno de los placeres de la vida, y si se hace bien, puede disfrutarse mucho  manteniendo el tipo. Y evitando gases por las noches después de un enorme bol de ensalada.

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