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(artículo de Diciembre para El Diari de la Barceloneta)

Cuenta la leyenda que un antiguo emperador chino se encontraba bebiendo en su jardín una taza de agua caliente para mejorar su digestión, cuando el viento arrojó en su cuenco unas hojas de té de una planta cercana. El emperador, seducido por el  exquisito aroma que emanaba de la taza, bebió su contenido y descubrió, sin proponérselo, el arte de la infusión.
Aunque quizás los habitantes de la India también podrían reclamar la patente de este invento, así como los aborígenes australianos, los indios americanos y otras civilizaciones ancestrales, pues está bien arraigado en esas culturas el saludable hábito de beber agua caliente con plantas medicinales.

En Occidente, el té de las cinco fue una de las importaciones de Inglaterra en sus andanzas coloniales por China, aunque anteriormente, las “brujas” europeas de la Edad Media ya eran duchas en decocciones de plantas para usos medicinales y supuestamente satánicos.
De cualquier modo, no es de extrañar que las tisanas nos hayan acompañado a través de la historia, pues sus beneficios son múltiples y comprobados.
El mayor provecho que nos otorgan es la acción medicinal de las plantas. En nuestros supermercados y bares es fácil encontrar Manzanilla, calmante y digestiva,  Menta-Poleo, digestiva y tonificante, o  Tila,  sedante. Sin embargo las opciones son infinitas. Desde la Regaliz, digestiva,  hasta la Melisa, ideal para dolores menstruales, pasando por el Eucalipto, expectorante, el Diente de León, depurativo, el Espino Blanco, cardiotónico, y un largo etcétera, el reino vegetal tiene para todos los gustos. La mayoría de estas plantas contienen aceites que se evaporan en contacto con el aire. A ello se debe la costumbre de servir las tisanas cubiertas con un plato, para conservar las propiedades concentradas en los aceites. Y no olvidemos que los duendes de las plantas suelen confabularse entre ellos, por lo que las hierbas mezcladas no sólo aportan más propiedades sino que se potencian unas a otras.
Por otro lado, el mero hecho de beber agua caliente ya tiene efecto digestivo (como bien sabía nuestro emperador chino), pues prepara al estómago para recibir los alimentos. Es costumbre en oriente empezar cada comida con un vaso de humeante agua, incluso en verano, aunque para nosotros sea inconcebible, acostumbrados como estamos a refrescarnos con bebidas muy frías. Sin embargo, cabe comparar quién tiene la barriga más hinchada, si un americano o un chino. Además, el agua caliente activa el metabolismo, asegurando el buen funcionamiento del organismo.
Y qué decir de esa sensación de calidez y confort, sobretodo en las estaciones de frío, al agarrarnos con las dos manos a una humeante y calentita taza, y permitir que sus aromas se nos cuelen primero por la nariz y luego por la boca, devolviéndonos el alma al cuerpo.
Me diréis que esto también lo hace el café, pero yo os diré que las infusiones de hierbas no atacan a los nervios, no crean adicción, y no producen úlceras como el café, bien al contrario, nos dan consuelo y nos curan los males.


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