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Múltiples intentonas de dieta, para acabar siempre cayendo en los viejos vicios. Lo intentaría una vez más, pero tiene la convicción de que no va a conseguirlo. No hay esperanza. Si su madre, pareja o mejor amiga insiste, probará la nueva dieta, aunque sólo sea para complacerles, pues en el fondo siente que lo suyo no tiene remedio.

Así se siente aquellos que atraviesan un estado Gorse, en su acercamiento a la comida. Tras un penoso recorrido por las consultas de diversos nutricionistas y naturópatas, cual vía crucis, su repetido fracaso e inevitable retorno a malos hábitos les ha agotado la esperanza. Aunque no tanto la paciencia pues, pasivamente, se dejarán convencer, quizás, una vez más, para un nuevo intento, aunque sólo sea para convencer a los demás que no tienen razón, pues el suyo es un caso perdido.
Esta forma de “profecía autocumplida” de los estados Gorse es, en realidad, una forma de escapismo. Fatigados por una batalla tan dura como es la de los cambios dietéticos y adopción de hábitos saludables, estas personas se amparan en la derrota anticipada para no tener que seguir haciendo el esfuerzo de evitar alimentos nocivos y acostumbrarse a nuevos platos. Olvidan que, cuando se trata de la alimentación (y como consecuencia, de la salud), no hay renuncia posible si se quier vivir sano. El comer sano no es una opción, pues a medida que vamos cumpliendo años, el cuerpo nos pasa factura por nuestras negligencias culinarias hasta caer enfermos.
La Ulex europaeus nos devuelve la esperanza y la confianza en nuestras posibilidades. Es un soplo de energía y de luz que nos anima a continuar y nos arrebata el pesimismo, la dejadez y la pereza. Nos vuelve a poner en contacto con la vida y nos da fuerza para la batalla, con la promesa de la mejor recompensa: el bienestar y la calidad de vida.

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