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Abanderado de la aromaterapia, el aceite esencial de lavanda es el más versatil y conocido, dentro del numeroso conjunto de posibilidades que esta terapéutica nos ofrece. Sin embargo, en la familia de las lavándulas, encontramos distintas variedades con sus diferentes matices, cuya diferenciación nos permitirán afinar y personalizar nuestra fragante receta, para un resultado más acertado.

A la lavanda se debe el redescubrimiento de las propiedades terapéuticas de las esencias de las plantas aromáticas, pues fue dentro de un tarro lleno de este aceite esencial que el químico francés René Gattefossé metió, por reflejo, su mano accidentalmente quemada, dándose por resultado, para su asombro la pronta citatrización de la piel. Esto le incitó a estudiar estas esencias y a acuñar el término Aromaterapia, dando paso a una prolífera ciencia.

Auctóctona del mediterráneo, los romanos introdujeron la lavanda en el Reino Unido como en los países del norte de Europa. Su compleja composición le otorga una versatilidad aparentemente contradictoria, por lo que decimos que, ante todo, es equilibrante. Su acción antiséptica, calmante, regeneradora, cicatrizante y antiálgica es emblemática. Cultivada a grandes altitudes, es más rica en estéres por lo que sus propiedades se acentúan. La de mejor calidad se cultiva a no menos de 700m y hasta 1400m de altitud. Es muy segura para su uso directo sobre la piel, aunque, usada durante largos periodos (meses) puede ser alergenizante, creando una intolerancia de por vida. Combina bien con muchos otros aceites, pero sobretodo con los florales y los cítricos, recordemos que en aromaterapia, como en fitoterapia, la sinergia de diferentes plantas potencia la acción de cada una, por lo que preferimos siempre combinar nuestros aceites.

Partiendo de estas propiedades comunes en todas las variedades de lavanda, podemos diferenciar acciones más específicas de cada una de las variedades que más comúnmente se utilizan en aromaterapia:

  • Lavandula angustifolia ssp. angustifolia, o Lavanda fina. Específica del sistema nervioso, es por lo tanto la preferida en casos de estrés, ansiedad, depresión, insomnio (nervioso), y en problemas de orígen nervioso como asma, espasmos digestivos, nauseas, migrañas, arritmias, entre otros. Puede aplicarse pura en masaje sobre el plexo solar. Antiséptica y cicatrizante como sus primas, pero en menor medida. Ideal para masaje relajante. Es la lavanda macho y puede producir un efecto tóxico si se utilizan más de 20 gotas al día.
  • Lavandula latifolia cineolifera spica, o Lavanda salvaje. Destaca por su acción anti-tóxica, bactericida y anti-vírica. La usamos en picadas de mosquitos y animales venenosos (en viaje a países exóticos, por ejemplo), en acné seborreico, quemaduras severa y micosis. Muy cicatrizante y regeneradora, ideal para restaurar la piel. Es la lavanda hembra.
  • Lavandula x burnatii clone Reydovan, Super, o Lavandín. Descontracturante muscular y con mayor efecto analgésico que las otras, lo que la hace ideal para masaje, cuando hay contracturas. También para casos de insomnio con tensión muscular. Y en caso de piojos y pulgas, combinada con el aceite de árbol del té. Es la lavanda híbrida, producto del cruce (de la mano del hombre) entre la lavanda fina (macho) y la lavanda salvaje (hembra).
  • Lavandula stoechade, o Lavanda francesa, menos conocida, pero con un potente efecto mucolítico por lo que se usa para problemas crónicos sobretodo de la esfera ORL, cuando otros aceites no funcionan.

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